viernes, 28 de agosto de 2015

Bonus: La chivata robasitios.

Muy buenas a todos gente, Paul al teclado.

Llevo estas dos últimas semanas acudiendo a una biblioteca a estudiar. Sí, lo sé. ¿En pleno agosto? Bueno, estudiar tiene estas cosas. Pero no he venido aquí a dar pena ni a hacerme la víctima, quiero hablaros de mi gran rival, el equivalente a la URSS si soy USA, al Barça si soy el Madrid, a Sasuke si soy Naruto, a Malfoy si soy Potter... Ya veis por dónde van los tiros, y podría seguir así toda la entrada.

Pero no.

Empezaré por el principio, para que podáis captar el drama y la rivalidad presente en esta historia.


La biblioteca a la que voy suele tener poca gente, somos siempre los mismos 5 o 6 pringados que estamos allí a estas alturas de verano. Hay un acuerdo tácito, además por el que respetamos el espacio vital de los demás, es decir, ni nos sentamos en una mesa en la que haya otra persona (hay muchas mesas libres siempre) y tenemos los sitios más o menos asignados. 
Yo soy de naturaleza calurosa (viva EL FRÍO) por lo que me siento en una pequeña mesa redonda situada en un rincón, al lado de una ventana que puedo abrir sin molestar a los demás, y además la luz artificial me provoca dolor de cabeza tras varias horas, por lo que la claridad de ese rincón al lado de una ventana me viene mejor que las mesas situadas bajo las lámparas. Me siento en esa mesa, y soy todo lo feliz que puede ser una persona maníatica que tiene que ir a la biblioteca en agosto

Pero tenían que robarme lo único bueno de mis días.

A la biblioteca a la que voy va cada ejemplar de ser humano que da para otra entrada. O para un libro. Pero vamos a hablar de la que nos ocupa, la chivata robasitios.

La chivata robasitios es una mujer, de unos cuarenta años mal llevados, que viste con los mismos colores pasteles que tienen las habitaciones de bebés y cara de amargada. Hasta aquí, normal. Es la típica que te dedica una mirada asesina si se te cae un bolígrafo, que chasquea la lengua y te mira con odio si abres una cremallera, que levanta las cejas y pone los ojos en blanco si mueves la silla, y cuando a una chica un día le vibró el móvil UNA VEZ (una vibración corta, de notificación, probablemente Whatsapp) en vez de decirle algo, o de callarse, mientras la pobre chica silenciaba el teléfono azorada y más roja que una camiseta tras pasar por la Tomatina de Buñol, la chivata robasitios fue silenciosa a buscar al bibliotecario, se quejó de que "una chica está utilizando el móvil y no deja de sonarle" y el bibliotecario, que tiene la misma inteligencia que una baldosa de un baño público y aproximadamente la misma habilidad social y mano izquierda, abroncó a la pobre muchacha.

Y no sólo es una chivata, sino que además es una rencorosa. Como yo murmuré "menuda chivata" cuando ocurrió eso (lo suficientemente alto como para que todo el mundo allí lo escuchase y sonriese), la robasitios decidió vengarse: al día siguiente, cuando llegué a la biblioteca, allí estaba ella sentada A MI MESA con una sonrisita estúpida en los labios.

Ah, ¿con que esas tenemos? Pues vale.

Mi vendetta fue bastante artera. Ese día, cada vez que la veía tratando de concentrarse, tosía. O estornudaba. O movía la silla. O dejaba caer un bolígrafo al suelo. O pasaba las páginas del libro de forma ruidosa. O golpeaba ligeramente la mesa. O suspiraba. O abría una cremallera. Y cada vez que hacía algo así, surtía efecto. Por el rabillo del ojo, la veía levantar la mirada, ponerme cara de odio, la escuchaba refunfuñar, hacer gestos de exasperación.

Y yo disfrutaba.

Es cierto que ese día no hice nada útil, no estudié absolutamente nada, pero me lo pasé como un enano.

Esta biblioteca no es lo suficientemente grande para los dos, muñeca. Nunca te metas con Paul, chivata, ni le robes su sitio, y todo irá bien. Hazlo, y las balas aterrorizarán a los transeúntes al anochecer.

Un saludo,

-Paul J. 

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