lunes, 21 de marzo de 2016

FANFIC→ "Knots" — by SadLadyBug [3.1]

¡Hola a todos! Aquí estoy una semana más con el fanfic de Inuyasha. Estamos ya en la recta final: el tercer y último capítulo está a punto de comenzar. ¿Cómo acabará la historia para Rin? ¿Alcanzará la felicidad? 
Este capítulo es el más largo y suceden muchísimas cosas, ¡espero que os guste tanto como a mí!

Obra de Shirei

[←Capítulo 2.5]

Knots — by SadLadyBug

Capítulo 3.1

Los días se alargan y el sol calienta cada vez más. El buen tiempo y los días cálidos significan más actividad en la villa, y por ello hay más heridas que atender. Rin y Kaede no van escasas de pacientes durante los meses de verano. Los días pasan mientras atienden rodillas sangrantes, cortes y catarros veraniegos. Por las noches, Rin prácticamente cae rendida sobre sus sábanas, con los huesos agotados por el duro trabajo. Pero incluso en los días en los que se duerme antes de que aparezca la luna en el cielo, si cualquiera le hubiera peguntado, ella le podría haber respondido con la fase exacta de la luna al instante.

Y, sin embargo, él no regresa.

Inuyasha dice que es una suerte. Kaede no dice una palabra. Kagome le dice que tenga paciencia. Su corazón intenta no desesperarse.

Intenta consolarse a sí misma, pensando que aquella no es la primera vez en la que ha tenido que esperar mucho hasta que vuelva. ¿Qué le había dicho ella misma a Kaede? Confiable, pero no predecible. Desde que era una niña nunca dudó de Lord Sesshomaru — él siempre volvía y siempre sabía qué era lo mejor. Era la simple e incuestionable verdad. Y todavía lo es.

Pero, ¿qué pensaba él que era lo mejor, exactamente?

La forma en que se marchó después de su última visita mantenía en vilo a Rin, y estaba preocupada de que alguna forma lo asustara con su atrevimiento. O peor, que Kaede lo asustara con sus veladas advertencias. Es ridículo, por supuesto; Lord Sesshomaru no se asustaba de nada, y menos de una humana. Pero es pragmático. Si el fin no justifica los medios, no irá por ese camino. El temor de Rin es que quizás ella no valga la pena. Quizás nunca la valió. Y si es así, quizás lo que él piensa que es mejor es mantenerse alejado de ella para siempre. 

Sin embargo, las esperanzas de ellas se mantienen. No puede dejarlo ir, no todavía. Pero las dudas que alberga en su corazón sólo la hacen esperar y esperar. Mucho. Y sola.

Un joven de un pueblo vecino hace un gran y honesto esfuerzo por cortejarla. Es el hijo de un anciano del pueblo, y un chico muy respetable por su propio derecho. Su familia vive de forma modesta por medio del comercio; llega a la villa cada pocas semanas para intercambiar bolsas de arroz por potentes hierbas e hilos de seda. Al principio el chico le lanzaba sonrisas tímidas a Rin, y después comenzó a dejarle pequeños regalos. Es amable, y Rin está segura de que muchos lo encontrarían guapo y adecuado para ella.

Inuyasha insiste en que es una buena elección, pero al parecer el tema de buscarle marido a Rin no le acaba de agradar. Kaede le agradece al muchacho el té que les lleva con exceso de efusividad. Kagome le dice a Rin que siga a su corazón. Su corazón le dice que mantenga la vista fija en la luna.

Los días comienzan a acortarse y las primeras nevadas están a solo unas semanas. La mayor parte de la cosecha ya se ha recogido, y los aldeanos dirigen ahora sus atenciones a prepararse para los fríos meses de invierno. Menos trabajo en el campo significa menos heridas, aunque las fiebres de invierno están llamando a la puerta. En general, el descenso de número de pacientes significa que la joven puede pasar más tiempo preparándose para el que es, normalmente, su período favorito del año: el festival de la cosecha de otoño.

Incluso antes de que se acaben de recoger por completo las cosechas y la gente esconda las herramientas por el invierno, la villa celebra un festival anual para dar las gracias por las abundantes cosechas y comerciar con las villas de los alrededores, antes de que el tiempo se vuelva impasible y los caminos intransitables. La villa en la que ella vive está bien situada, y la gente de los pueblos de los alrededores (de hasta cincuenta millas de distancia) va allí con sus mercancías para intercambiarlas por comida o herramientas y participar en la gran celebración.

Como una de las responsables del templo, Rin cumple su papel, asegurándose de que los caminos son seguros y de que todos los amuletos espirituales brillan. Termina la cosecha a su manera, ayudando a Jinenji a coger las últimas hierbas y colocándolas en estantes para que se sequen y queden bien conservadas. Y aunque en otra situación disfruta de la compañía de la madre de Jinenji, ese mes la evita a propósito, no muy segura de si podrá soportar emocionalmente las no solicitadas historias sobre una humana herida y un hermoso y seductivo demonio salvador.

Los asistentes al festival llegan unos días antes del gran evento, con sus carros llenos de mercancías para vender o intercambiar, y se instalan en los campos de los alrededores. El incremento de actividad de la normalmente tranquila villa carga el aire de emoción, y la mayor parte del tiempo es fácil quedar cautivado por el ambiente de expectación. Se trata de un evento para el que Rin normalmente se prepara con alegría y energía, pero este año sus pies se arrastran por el suelo mientras coloca largas mesas y cuelga farolillos de papel en los árboles. Saluda sin entusiasmo a los músicos que afinan sus instrumentos a la sombra de uno de esos árboles.

Debería estar contenta, pero nubarrones grises cubren su corazón. Este año el festival se llevará a cabo la noche antes de la luna nueva.

Cuando Miroku y Sango llegan con su familia ella los recibe con todo el entusiasmo que es capaz de mostrar, dejando atrás sus preocupaciones para saludar a algunos de sus más viejos amigos. Está contenta de verlos; ha pasado casi un año desde la última vez. Se esfuerza por sonreír, pero no es suficiente: nada escapa a la mirada de Miroku. No hay forma de explicárselo sin parecer egoísta o insultante —vuestra presencia implica su ausencia— así que espera que no saque el tema. En verdad no está enfadada con ellos, puesto que no es su culpa. Además, el festival en sí mismo es un problema. Se concentran tantos humanos en un sitio que sería demasiado para Lord Sesshomaru. Aún así, equivale a otro mes de observar y esperar a que vuelva.

Eso si es que tiene pensado volver, claro. Se está volviendo cada vez más difícil no cruzar la línea que separa el optimismo de la negación.

Porque, ¿y si no volvía al mes siguiente? ¿Ni al otro? ¿Se quedaría esperándolo para siempre?

La respuesta instantánea es . Siempre ha sido paciente, y en el fondo, sabe que vale la pena. La verdadera pregunta es la que ha estado evitando plantearse durante mucho tiempo, y es si será capaz de soportarlo.

Está atascada: no puede seguir así, pero tampoco puede soportar la idea de rendirse.

El templo es un hervidero de actividad, puesto que la gente va a dar las gracias y a pedir bendiciones. Una vez que las primeras cosechas se han destinado a las ofrendas, los campos se llenan de gente esperando para intercambiar productos. Una vez llega la tarde, las negociaciones y los asuntos espirituales ya han llegado a su fin y la gente se dirige al centro de la villa, preparada para la celebración.

Y vaya celebración. La música llena el aire y la gente ríe y llena sus platos de una mesa rebosante de comida típica de todas partes de la región. Un enorme bol de ramen atrae especial atención, y Rin ríe al ver a Kagome regañar a su marido por gruñirle a una niña que ha cogido más de lo que le tocaría.

Rin se llena su propio plato y se sienta cerca de Sango, que está comiendo junto a sus dos hijos gemelos. Cada vez que los ve, se queda maravillada por cómo han crecido; ya son casi adolescentes, como lo era Kohaku cuando se conocieron por primera vez, y cuanto más crecen, más se parecen a sus padres. Cuando piden permiso para levantarse e ir a saludar a unos amigos, Sango los sigue con la mirada tierna.

Rin siente una súbita opresión en el pecho. No es por la escena en sí, puesto que ya la ha visto cientos de veces en los rostros de cientos de padres. Ha visto la alegría y el alivio aparecer en los rostros de madre y padres cuando trata enfermedades y venda heridas, dando pronósticos favorables, y miedo y preocupación cuando el futuro del paciente es menos incierto. Ha visto ojos entrecerrarse por la risa ante bromas tontas y cejas fruncirse en desaprobación por tareas olvidadas. Ni siquiera Rin ha sido inmune a tales expresiones; las recibía de niña y ahora las da como adulta. La villa en la que ha pasado la última década de su vida es como una gran y extensa familia de la que forma parte, y ha visto a los hijos de los vecinos crecer, y se ha sentido orgullosa por sus logros y triste ante sus fracasos. 

Hasta ahora, no había sentido la necesidad de tomar un rol más activo, de tomar parte de aquella vida como la suya propia. Pero por alguna razón, ver a Sango mirar a sus hijos con tal adoración hace que su corazón se encoja.

Cuando Sango tenía la edad de Rin ahora, ya estaba casada y había comenzado su familia. Rin ha estado esperando pacientemente todos estos años, pero ver aquella escena le ha recordado que toda espera tiene su coste. Posibilidades y posibles arrepentimientos se entremezclan en su mente. 

Y como ya es usual, su boca se adelanta a su conciencia y Rin formula la pregunta antes de darse cuenta de ello. "Sango, ¿te gusta tener una familia?"

Sango la mira, incrédula, y después ríe. "¡Por supuesto! Pueden ser unos locos a veces, pero no los cambiaría por nada del mundo."

Es una pregunta estúpida; no esperaba menos como respuesta. Lo intenta de nuevo. "Quiero decir, ¿qué pasaría si no tuvieras una? ¿Crees que serías feliz?"

Sango bebe un sorbo de té. "Estoy segura de que lo sería, sólo que de otra manera. Si tuviera que decirte qué haría, probablemente pasaría mis días derrotando demonios con Kohaku. Si me lo permitiera, claro."

A Rin no se le escapa el anhelante destello de sus ojos. "¿Echas de menos cazar demonios? Entrenaste muy duro para ello."

Sango parpadea un par de veces y apunta a Rin con sus palillos. "Hey, ¡no me des de lado tan fácilmente! Todavía salgo a cazar demonios de vez en cuando."

"Lo siento, Sango. No quería decir que..."

Sango la corta con una sonrisa. "No seas tonta, sólo bromeaba. La verdad es que habría podido hacer las dos cosas. Ser madre y cazar demonios. Y todavía puedo, especialmente ahora que los niños ya no son tan pequeños. Pero esto es lo que quise."

"¿Cómo lo supiste?"

Ella se encoge de hombros. "Simplemente lo supe." La mente de Rin retrocede a cierta tarde en el bosque. Sabía que vendría hoy, Lord Sesshomaru. Lo sabía. La mirada sabia de Sango se cruza con la suya antes de que pueda volver al presente. "¿Qué te hace preguntar todo esto, Rin?"

Rin se da cuenta de cómo la está mirando y coge su comida. "Nada. Algunas veces me pregunto qué será de mí en el futuro. Quizás me casaré y tendré hijos, o quizás me quedaré en el templo y seré curandera, o quizás -". Unos ojos dorados se fijan en su mente. "O quizás haga alguna otra cosa."

"Ah." Sango termina su té y se toma unos instantes para pensar. "Bueno, puedo decirte esto. Cuando yo tenía tu edad, nunca me habría imaginado que este sería mi futuro. En aquel entonces era muy importante para mí continuar con el legado de mi familia. Pero entonces conocí a Miroku y las cosas... cambiaron. Después de que viajáramos juntos por un tiempo, supe que esto era lo que quería. No lo planeé, pero creo que fue el destino."

"...Así que no sabías lo que querías hasta que lo quisiste, ¿no?"

Sango asiente. "Algo así."

Así que Rin vuelve al mismo problema en el que empezó. A pesar de que Rin cree que sabe lo que quiere, no puede simplemente avanzar y conseguirlo. No ella sola. "Al menos no tuviste que adivinarlo tú. Estoy segura de que Miroku te dejó claras sus intenciones de forma obvia. Y era insistente." Los ojos de Sango se abren mucho y Rin se muerde un labio. "Escuché a Inuyasha contar algunas historias..."

Sango sonríe, y sus ojos buscan a su marido entre la multitud. Ahí está Miroku, bailando al compás de la música con su hija más pequeña. Él le sujeta las manos mientras ella salta y se tambalea riendo. Sus coletas se agitan mientras brinca a destiempo. La sonrisa de adoración de Sango vuelve a aparecer en su rostro. "Te sorprenderías. Conmigo no lo era. Flirteaba conmigo, pero también flirteaba sin vergüenza con cualquier otra mujer que se cruzara con él. ¡Me volvía loca!" Se ríe y se gira hacia Rin. "Resulta que los dos sentíamos lo mismo el uno por el otro, pero nos tomó mucho tiempo admitirlo. Cuando lo hicimos, fue un gran alivio."

Rin se sopla en el flequillo, levantando los mechones de pelo un instante. "Lo imagino."

Los ojos de Sango relucen, como si se estuviera guardando un gran secreto. "Escucha, es distinto para cada uno, pero si quieres mi consejo, yo diría que la honestidad es la llave para cualquier relación." Se inclina y le hinca el codo a Rin. "Y no te olvides de mantener más de una opción en tu punto de mira. Quizás pienses que debes recorrer un camino, pero si te obsesionas, no podrás ver las demás posibilidades que se presentan ante tí. Y esas posibilidades pueden ser verdaderamente gratificantes.

Las palabras se escapan de la boca de Rin antes de que tenga tiempo de retenerlas. 

"¿Quieres decir que debería olvidarme de Lord Sesshomaru?"





¡Y hasta aquí el capítulo por hoy! ¿Qué hará Rin? ¿De verdad se olvidará del Lord? ¿Qué le dirá Sango después de esta sincera confesión? Al fin y al cabo, es la primera vez que admite públicamente estar enamorada de Sesshomaru...

¡Espero veros por aquí el sábado que viene para la siguiente parte del capítulo!

—Amonet. 

2 comentarios:

  1. Pobre Rin, sé que la esta pasando mal. Kaede tiene razón en varios puntos pero, ¿no deberían ser ellos quienes decidan su futuro?
    Es verdad que la vida de Rin es corta a comparación de él y que ella es humana. Sin embargo, si el corazón aneha tanto al otro, ¿por qué no dejar que sean felices? Hay que dejar que sean felices y tengas muchos cachorros!

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    1. Es mejor ser felices juntos aunque sea por poco tiempo, que vivir infelices deseando poder estar juntos...

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